Oh misericordioso padre, despierto nuevamente a un nuevo día, el cual quiero consagrar enteramente a tu servicio. Quiero retribuirte de alguna forma todo el amor que me das y los milagros que recibo constantemente. Alabados seas y bendigo por siempre tu presencia en la vida de nosotros y que jamás estemos apartado de tu presencia.
Que la radiante luz de este nuevo amanecer y que entra por la ventana, me bañe con sus bendiciones. Que todo aquello que sea bueno, bello, perfecto, se hagan una realidad en mi vida, no permitas que algo inferior a eso tenga cabida en mi mundo hoy.
Solo los ángeles tienen entrada en mi casa, solo los seres de luz les es permitido la entrada y permanencia en mi hogar. Decreto aquí y ahora que mi morada es un lugar santo y nada puede perturbar la paz que en este reciento se respira.
Que este nuevo día sea el comienzo de una vida llena de milagros, de una vida donde todo es posible, donde el temor y la cobardía no consiguen asilo. Tú me haces grande señor, tú me haces un ser perfecto y en ti confió para ser feliz.
No permitiré que nada pretenda destruir mi vida, que algo pretenda oscurecer mi día, que algo pretenda lastimarme. Yo soy dueño de mi vida, yo soy quien abre la puerta y solo permitiré que pase la bondad, la alegría, la paz, la felicidad, la armonía.
Dale consuelo a todo ser que lo necesite en este día, dale tranquilidad a todo ser que esté cansado y atareado. Dale esperanza a todo ser que siente que la vida se ha terminado, dale fuerza a todo ser que no quiera seguir viviendo.
Tú eres el único padre, que puede hacer todas las cosas buenas que la humanidad necesita, por eso me dirijo a ti con el corazón en la mano.
Tómalo como una ofrenda de amor y de respeto y permíteme glorificarte en todo momento, gracias por todo, Amén.